Si te han recetado risperidona o simplemente quieres entender mejor este medicamento, estás en el sitio correcto. En esta guía te explicamos de forma sencilla qué hace, cuándo se usa y qué debes vigilar mientras lo tomas.
La risperidona es un antipsicótico de segunda generación. Su principal objetivo es controlar síntomas como alucinaciones, ideas delirantes y agitación que aparecen en trastornos como la esquizofrenia y el trastorno bipolar. También se utiliza en niños y adolescentes con trastorno del espectro autista para reducir la irritabilidad y conductas agresivas.
Además, algunos médicos la recetan para trastornos de conducta graves o para estabilizar el estado de ánimo en episodios agudos de manía. En cada caso, la dosis varía según la edad, el peso y la gravedad del cuadro.
La risperidona se presenta en tabletas y en solución oral. Lo más habitual es iniciar con una dosis baja, por ejemplo 0,5 mg al día, y aumentarla gradualmente según la respuesta del paciente. Nunca debes modificar la cantidad sin hablar con tu médico.
Es importante tomar el medicamento a la misma hora todos los días, preferiblemente con comida para reducir posibles molestias estomacales. Si se te olvida una dosis, tómala tan pronto como lo recuerdes a menos que falte poco tiempo para la siguiente. En ese caso, sáltala y sigue con el horario regular.
Entre los efectos secundarios más comunes están el aumento de peso, somnolencia y boca seca. Algunas personas pueden experimentar temblores, rigidez muscular o cambios en la presión arterial. Si notas mareos intensos, latidos irregulares o fiebre, contacta a tu médico de inmediato.
La risperidona puede empeorar ciertos problemas de salud, como enfermedades cardíacas, diabetes o trastornos hepáticos. Por eso, antes de iniciar el tratamiento, el profesional suele hacer análisis de sangre y un ECG para asegurarse de que no haya riesgos ocultos.
Otro punto clave es la interacción con otros fármacos. Antidepresivos, antihistamínicos y algunos antibióticos pueden potenciar los efectos sedantes o alterar la forma en que el cuerpo procesa la risperidona. Siempre informa a tu médico de todos los medicamentos que tomas, incluidos los de venta libre y los suplementos.
Si eres mujer en edad fértil, ten en cuenta que la risperidona puede afectar la producción de prolactina, una hormona que regula la lactancia. En casos raros, se han registrado problemas de fertilidad o secreción de leche fuera del periodo de embarazo. Consulta con tu ginecólogo si tienes dudas al respecto.
Para minimizar los efectos secundarios, combina la risperidona con hábitos saludables: una dieta equilibrada, ejercicio regular y suficiente descanso. Evita el consumo de alcohol y drogas recreativas, ya que pueden potenciar la somnolencia y los mareos.
Recuerda que la risperidona no cura la enfermedad, solo ayuda a controlar los síntomas. Por eso, es fundamental acompañar el tratamiento farmacológico con terapia psicológica, apoyo familiar y actividades que favorezcan la estabilidad emocional.
Si notas cualquier cambio inesperado en tu estado de ánimo, como depresión intensa o pensamientos suicidas, busca ayuda inmediata. Estos síntomas, aunque poco frecuentes, requieren atención urgente.
En resumen, la risperidona es una herramienta valiosa para manejar trastornos psiquiátricos cuando se usa con precaución y bajo supervisión médica. Mantén una comunicación abierta con tu profesional de salud, sigue las indicaciones al pie de la letra y cuida tu estilo de vida para obtener los mejores resultados.
Descubre estrategias farmacológicas y no farmacológicas para reducir la rigidez y acatisia causadas por la risperidona. Incluye consejos útiles y datos claros.