Presión de precios y escasez: consecuencias económicas en la salud

Presión de precios y escasez: consecuencias económicas en la salud
Gaspar Medrano 23 dic 2025 1 Comentarios

En 2021 y 2022, muchos hospitales en España tuvieron que posponer cirugías no urgentes. No por falta de personal, sino porque no había suficientes tubos endotraqueales, guantes estériles o soluciones intravenosas. Esto no fue un error de gestión. Fue el resultado de una presión de precios y escasez que se extendió por toda la cadena de suministro sanitario, con consecuencias reales para la vida de las personas.

¿Qué pasa cuando los medicamentos y equipos se vuelven escasos?

Cuando algo que necesitas desaparece de las estanterías, el precio sube. Pero en salud, no puedes simplemente decidir no comprarlo. Un paciente con diabetes no puede esperar a que haya insulina disponible. Un hospital no puede posponer una cirugía de emergencia porque no hay anestésicos. La escasez en este sector no es solo un problema económico: es un problema de supervivencia.

Los datos lo dicen claro. Entre 2021 y 2022, la inflación en productos médicos en la Unión Europea alcanzó un 8,3%, más del doble que la media general. En algunos casos, como los antibióticos de última generación o los dispositivos de monitoreo cardíaco, los precios subieron más del 20%. Esto no fue por una mejora en la calidad. Fue porque las fábricas en China, India o Alemania no podían producir lo suficiente, y el transporte marítimo se colapsó. El Índice de Presión de la Cadena de Suministro Global (GSCPI) de la Reserva Federal de San Francisco llegó a su máximo histórico en diciembre de 2021: 3,88. Antes de la pandemia, era 0,15. Eso no es un pequeño cambio. Es un colapso.

¿Por qué se rompió la cadena de suministro sanitario?

No fue un solo problema. Fue una combinación de tres factores que se alimentaron entre sí.

Primero, la demanda cambió de forma repentina. Durante la pandemia, la gente dejó de comprar coches, ropa o electrodomésticos. Empezó a comprar mascarillas, ventiladores, pruebas de PCR y equipos de protección. Eso desvió la producción industrial. Las fábricas que hacían plástico para botellas de agua se reconvirtieron para hacer envases de vacunas. Las empresas que producían semiconductores para teléfonos se vieron obligadas a priorizar los chips para monitores de pacientes. El resultado: escasez en todo lo demás.

Segundo, la oferta se volvió rígida. Muchos insumos médicos dependen de una sola fábrica en el mundo. Por ejemplo, el 90% de los tubos de silicona para catéteres se fabrican en una región de China. Cuando hubo cierres por COVID, esa producción se detuvo. No había alternativas. Las empresas no tenían tiempo para desarrollar nuevas fuentes. Los proveedores no podían aumentar la producción porque no tenían mano de obra, ni materias primas, ni transporte.

Tercero, los precios no pudieron ajustarse. En otros sectores, cuando algo se vuelve escaso, el precio sube. Eso desincentiva el consumo y atrae más producción. Pero en salud, los gobiernos impusieron controles de precios. En España, el precio de muchos medicamentos está regulado por el Ministerio de Sanidad. Eso evita que las farmacias cobren lo que quieran, pero también impide que los fabricantes ganen suficiente para invertir en más producción. El resultado: menos medicamentos, más escasez. En el Reino Unido, 27 empresas de energía quebraron porque no podían cubrir sus costos. En salud, el mismo patrón ocurrió con distribuidores de insumos médicos.

¿Cómo afecta esto a los hospitales y a los pacientes?

Los hospitales no son empresas. No pueden simplemente subir los precios para compensar. Tienen presupuestos fijos. Cuando el precio de una jeringa sube un 30%, no pueden pedir más dinero al sistema público. Tienen que recortar en otro lado. ¿Dónde? En personal, en mantenimiento, en pruebas diagnósticas.

Un estudio de la Agencia Europea de Medicamentos en 2023 mostró que el 68% de los hospitales españoles tuvieron que reemplazar medicamentos por alternativas menos eficaces durante al menos un mes en 2022. En algunos casos, se usaron antibióticos más antiguos que tienen más efectos secundarios. En otros, se retrasaron tratamientos de cáncer porque no había suficientes fármacos para quimioterapia.

Los pacientes lo sienten. Muchos no pueden encontrar su medicamento habitual. Algunos tienen que viajar a otras ciudades. Otros se quedan sin tratamiento. Una encuesta del Instituto de Salud Pública en 2023 reveló que el 41% de los pacientes crónicos en España experimentó interrupciones en su tratamiento por falta de suministros. El 23% tuvo que pagar de su bolsillo por medicamentos que antes eran gratuitos.

Cadena de suministro médica rota entre fábricas globales con etiquetas de inflación.

¿Qué sectores sanitarios sufrieron más?

No todos los productos se vieron igual. Algunos fueron golpeados con más fuerza.

  • Medicamentos genéricos: Son baratos, pero tienen márgenes de ganancia muy bajos. Cuando los costos de producción suben, los fabricantes dejan de hacerlos. En 2022, hubo escasez de metformina, amoxicilina y cloruro de sodio.
  • Dispositivos médicos: Catéteres, sondas, bombas de infusión. Muchos están hechos de plásticos derivados del petróleo. Cuando el precio del petróleo subió, estos productos se volvieron más caros. Algunos hospitales tuvieron que reutilizar equipos estériles, lo que aumentó el riesgo de infecciones.
  • Equipos de diagnóstico: Los analizadores de sangre y los equipos de resonancia magnética necesitan piezas específicas. Si una sola pieza no llega, el equipo entero se para. En 2022, el 35% de los centros de salud en Castilla y León tuvieron que reducir sus horarios de radiología por falta de repuestos.
  • Productos de cuidado personal: Guantes, mascarillas, desinfectantes. Durante la pandemia, la demanda se disparó. Después, la producción no bajó, pero los precios sí. Hoy, muchos hospitales pagan el doble por guantes que antes de 2020.

¿Qué soluciones funcionan?

No hay una solución mágica. Pero hay estrategias que han demostrado resultados.

Una de las más efectivas es diversificar los proveedores. Antes de la crisis, muchos hospitales compraban todo de un solo proveedor porque era más barato. Hoy, los que tienen dos o tres proveedores diferentes tienen un 40% menos de interrupciones. En el Hospital Universitario de León, por ejemplo, empezaron a comprar insulina de tres fabricantes distintos. El resultado: no hubo escasez en 2023.

Otra solución es mantener reservas estratégicas. No es guardar 100 cajas de un medicamento. Es guardar lo justo para cubrir 30-45 días de necesidad. El sistema sanitario francés ya lo hace con 12 medicamentos esenciales. España debería hacer lo mismo.

También es clave mejorar la transparencia. Muchos hospitales no saben cuánto tienen en inventario. Usan hojas de cálculo. Si tuvieran sistemas digitales que alertaran cuando un producto está por agotarse, podrían pedir con anticipación. Una encuesta de McKinsey mostró que los hospitales que usan software de gestión de inventario redujeron las faltas en un 28%.

Y por último, revisar los controles de precios. No se trata de dejar que los medicamentos se vendan al precio que quieran. Se trata de que los precios reflejen los costos reales, con márgenes razonables. Así, los fabricantes tienen incentivos para producir más. El gobierno puede compensar ese costo con subvenciones directas a los pacientes de bajos ingresos, no con controles que rompen el mercado.

Paciente con medicamento alternativo frente a una farmacia colapsada en estilo ilustrado.

¿Qué pasa en el futuro?

La buena noticia es que la presión de precios y la escasez han bajado desde 2023. El índice global de cadena de suministro ya está cerca de los niveles de antes de la pandemia. Pero eso no significa que el problema haya desaparecido.

El Fondo Monetario Internacional advierte que, hasta 2025, las tensiones en la cadena de suministro seguirán siendo un 15-20% más altas que antes de 2020. ¿Por qué? Porque el mundo ya no es el mismo. Las tensiones geopolíticas, los desastres climáticos y la relocalización de producción (nearshoring) están cambiando cómo se fabrican y transportan los productos médicos.

Las empresas que se adapten sobrevivirán. Las que sigan dependiendo de una sola fuente, de un solo país, o de precios fijos sin flexibilidad, se quedarán atrás. Y los pacientes serán los que pagarán el precio más alto.

¿Qué puede hacer un ciudadano?

No puedes controlar la producción de medicamentos. Pero puedes ser consciente. Si tu medicamento habitual desaparece, no lo aceptes como normal. Pregunta a tu farmacéutico: ¿hay alternativas? ¿Está en lista de escasez? ¿Hay algún programa de distribución especial?

No acumules medicamentos. Eso empeora la escasez. Si no los usas, no los guardes. Si los necesitas, pídelos. El sistema funciona mejor cuando hay transparencia, no cuando hay pánico.

Y si eres parte del sistema sanitario -médico, enfermero, administrativo-, exige que tu hospital tenga un plan de contingencia. Que no dependa de un solo proveedor. Que tenga un inventario digital. Que no se quede sin lo básico porque nadie miró la lista de suministros.

La salud no es un lujo. Es un derecho. Pero para que ese derecho exista, la economía tiene que funcionar. Y eso no se logra ignorando la presión de precios o negando la escasez. Se logra entendiendo, anticipando y actuando.

¿Por qué suben tanto los precios de los medicamentos cuando hay escasez?

Cuando hay escasez, la demanda supera la oferta. En mercados libres, los precios suben para equilibrar eso. Pero en salud, muchos medicamentos tienen precios regulados por el gobierno. Eso impide que los fabricantes ganen más, así que dejan de producir. El resultado: menos medicamentos, más escasez, y a veces, precios negociales en el mercado negro. No es que los precios suban por capricho, sino que el sistema se rompe por falta de flexibilidad.

¿Es cierto que las farmacias están reemplazando medicamentos por otros menos efectivos?

Sí, es real. Cuando un medicamento está en escasez, las farmacias pueden sustituirlo por uno genérico o similar, siempre que esté autorizado por el Ministerio de Sanidad. Pero no todos los sustitutos son iguales. Algunos tienen diferentes efectos secundarios, dosis o formas de administración. Muchos pacientes no lo saben, y eso puede afectar su tratamiento. Es importante preguntar siempre por qué se cambió el medicamento y si hay diferencias reales.

¿Qué puedo hacer si no encuentro mi medicamento en ninguna farmacia?

Primero, no te desesperes. Pregunta en otras farmacias de tu zona. Luego, consulta el sitio web de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), que publica una lista oficial de medicamentos en escasez. Allí también encontrarás alternativas autorizadas. Si no hay alternativas, tu médico puede solicitar un acceso excepcional a un medicamento importado o de otro país. No lo hagas por tu cuenta: siempre sigue el consejo de tu profesional de salud.

¿Por qué los hospitales no tienen más reservas de medicamentos?

Porque mantener grandes reservas es caro. Los medicamentos tienen fecha de caducidad. Si compras demasiado y no se usa, se pierde. Además, los hospitales trabajan con presupuestos ajustados. No pueden gastar más en inventario si eso significa recortar personal o equipos. Lo que se necesita no es más stock, sino mejores sistemas de predicción y gestión. Algunos hospitales ya lo hacen: usan software que alerta cuando un producto está por agotarse, y piden con semanas de anticipación.

¿Van a volver a haber escaseces como en 2021-2022?

Es probable. Las cadenas de suministro globales siguen siendo frágiles. Conflictos, clima extremo, cambios en la producción industrial y la dependencia de unos pocos países siguen siendo riesgos reales. Pero ahora hay más conciencia. Los hospitales, los gobiernos y las empresas están empezando a invertir en resiliencia: más proveedores, más transparencia, más planificación. No se acabará el riesgo, pero sí se puede reducir mucho si se actúa con anticipación.

1 Comments

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    Ana Barić

    diciembre 23, 2025 AT 18:12

    Me encanta que por fin alguien hable de esto sin tapujos. Yo soy enfermera y viví en carne propia cómo teníamos que reutilizar guantes porque no había más. No es culpa de nadie, pero sí es responsabilidad de todos hacer algo. Gracias por poner el foco en lo humano, no solo en los números.

    Esto no es un problema técnico, es un problema de valores.

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